Que 30 años no es nada

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Son tres décadas haciendo notas, coberturas, informes, reportajes, viajes, guardias… de todo! 30 años repartidos en 4 edificios, con algunos cambios de accionistas pero siempre el mismo canal, Telefe, una marca de fábrica, sello inconfundible de laburo y cercanía con la gente. Con Telefe Noticias casi que nacimos juntos. En este hermoso camino cargado de aventuras tuve la suerte de cosechar grandes amigos: periodistas, productores, editores, camarógrafos, asistentes, motociclistas, directores, iluminadores, técnicos, maquilladoras, y vestuaristas, entre otros, con quienes sigo compartiendo trabajo, vivencias y alegrías.

Hace poco más de un año, para mi cumple, un grupo de compañeros de la redacción me regaló un vino, se llamaba “El interminable”. El gesto me sorprendió muy gratamente, aunque confieso que también me llevó a la nostalgia reflexiva de pensar en todo este tiempo en el canal. ¿Me habrán querido mandar un mensaje? ¿Pensarán que lo mío ya fue suficiente? ¿Supondrán algo que no sé?

30 años… ¿30 años? Tengo compañeras y compañeros que en broma me dicen “yo te veía por la tele mientras almorzaba después del cole”. El chiste está institucionalizado en todos los equipos que integro en el noticiero, y suelo agradecerlo con cariño y respuestas positivas. Quien ve las cosas desde afuera o no me conoce, podría pensar “mucho tiempo”, “forma parte del inventario” o “debe estar achanchado”.

Sólo puedo decir que en 30 años de este vertiginoso caminar con las noticias y el periodismo televisivo ha pasado de todo. El país, el mundo, la política, el deporte, pero sobre todo la tecnología, han cambiado diametralmente. De aquel trabajo casi artesanal y hasta bohemio queda poco y nada. En la era del streaming y las redes sociales, con audiencias heterogéneas y cambiantes, el desafío es borronear lo escrito y volver a reescribir, todo el tiempo, y con el riesgo a equivocarnos mucho cada vez. Y esa reinvención de las expectativas, tan instalada en la actualidad, me alimentó la pasión, reconfirmó mi vocación y, eso sí, resignificó las rutinas adquiridas.

Siempre digo que hay quienes trabajan de periodistas y otros que “son” periodistas. En estos 30 años no dejé de leer todos los días los diarios (ahora portales, newsletters), mantuve fuentes, alimenté vínculos, no dejé de pensar títulos, de soñar coberturas, de formular preguntas hipotéticas a personajes eventuales, de desear momentos inolvidables, reconocimientos. Con pifies y furcios, algunos memorables, pero siempre dejando todo, “trabando con la cabeza”.

Y la verdad es que mucho de todo lo soñado, ayudado por jefes y equipos valiosos que saben tocar la tecla justa de la inspiración y la adrenalina, tuve la fortuna de haberlo cumplido. Y me reconforta, mucho. Podría darme por satisfecho y quedarme en mi zona de confort, comentando logros pasados con nostalgia, enumerando anécdotas, compartiendo experiencias. Pero un poco por pudor y otro poco por modestia, no me resulta tan fácil hacerlo. Y además porque de esa manera estaría asumiendo que el pasado es más importante que el presento, o el futuro. Es hoy, antes ya pasó, lo que viene, se construye todos los días. Por eso siempre voy para adelante.

30 años después de mi primera nota (una balbuceante comunicación telefónica desde un incendio en Villa Ballestear) sigo improvisando relatos, utilizando en broma frases hechas o lugares comunes muy propios del lenguaje de los noticieros en charlas con amigos, encuentro notas y personajes, planteo debates imposibles, modero reuniones con tono “serio”. Vivo siendo periodista, no trabajo de, así lo siento. Así me sale. Con alegrías, tristezas y enojos recurrentes.

¿Y la energía? ¿Es la misma que hace 30 años? No sé. Sí creo que es distinta. Sigo entrando en el control del noti para vibrar con el aire, continúo analizando en silencio y con discreción el trabajo de colegas admirados, sigo teniendo “mariposas en el estómago” antes de un piso o un móvil, sigo buscando desafíos y pensando formatos después de cuatro giras papales, dos terremotos, dos mundiales, dos Copa América, dos huracanes, decenas de elecciones, inundaciones, crisis políticas, masacres, derrumbes, atentados, naufragios, incendios, accidentes aéreos, ferroviarios, viales, temporadas de verano, una pandemia, una guerra.
En 30 años me mudé, me enamoré, me casé, tuve dos hijas. Gané, perdí. Me emocioné (mucho). Conocí el mundo, aprendí. Formé e integré quipos profesionales, muchos y de los buenos.

En 30 años todo eso me pasó trabajando en el mismo lugar. ¿Es eso un mérito? No lo sé, pero hoy quiero reivindicarlo. En estos tiempos donde la moda es el cambio, yo me siento orgulloso de haberme podido establecer y, sin prisa pero sin pausa, nunca dejar de crecer. Escalón por escalón; con caídas; y otra vez con ganas de levantarme y seguir.

Gracias, siempre

Guille

Nota al pie, por las dudas: no es una despedida. Es una celebración y un agradecimiento. A todos los que se han cruzado y siguen acompañando en esta montaña rusa que lejos está de detenerse. Hasta la próxima nota. Hasta el próximo desafío. Porque 30 años no es nada.