No paran de trabajar. Atienden el teléfono, reciben pedidos, anotan prioridades. El ritmo de la tarea es febril, intenso. Hay que clasificar la mercadería que se recibe, ordenarla y prepararla para ser distribuida. Son 400 voluntarios dispuestos a ayudar a sus hermanos. Reemplazan con su generosidad la misión que deberían cumplir otros, ausentes en la orilla embarrada y en las calles anegadas. Un aluvión solidario conmovedor que se replica en todo el pueblo. A ellos, héroes silenciosos, el abrazo interminable de todos.