El Papa, líder espiritual y animal político
«Hagan lío». Y vaya si él, Santo Padre argentino, ha sido fiel durante este año de Pontificado, a esa convicción hecha ya frase célebre, pronunciada ante miles de compatriotas, en la Catedral de Río de Janeiro. La ya histórica Jornada Mundial de la Juventud, fue la caja de resonancia del inicio de la revolución que Jorge Bergoglio, el Papa de los gestos simples, inició sin dudas, en el seno de la institución más conservadora y menos permeable a modificar su statu quo, de todo el planeta. «Espero que salgan a las calles y que hagan lío. Quiero que la Iglesia salga a la calle, que nos defendamos de lo acomodaticio, de la inmovilidad y el clericalismo. Si la Iglesia no sale a las calles, se convierte en una ONG. Y la Iglesia no es una ONG». Una convocatoria a luchar por la dignidad, ni más ni menos, con su estilo directo, campechano, y sin dejar de lado modismos porteños: una marca registrada en formas, pero también en su intento de fondo, el de acortar las enormes distancias con un feligresía cada vez más dispuesta a iniciar una profunda sangría, y expuesta a tomar los atajos de otras creencias simplistas.
Bergoglio, a los 77 años, el pastor que aspira a dejar una huella en la historia de la Iglesia, combina, como muchas ya saben, el líder espiritual con el animal político. Por eso no deja de hacer notar su preocupación por la vertiginosa realidad autóctona, recibiendo en la Audiencia General de los miércoles, a todos los referentes políticos de nuestro país, oficialistas y opositores, en perfecto equilibrio: «no quiere que lo usen», comentan desde su entorno, añadiendo que su gran desvelo es que se pueda asegurar una transición sin sobresaltos hasta el próximo turno presidencial en 2015.
Un Estado sacudido por los escándalos de la curia, lo hicieron establecer algunos puntos centrales de su ideario de cambio. Como aquel histórico «quién soy yo para juzgar…», en referencia a los gays, o el manifiesto que significó decir: «¡Cómo me gustaría una Iglesia pobre para los pobres!»
El Papa de la popularidad universal, el Sumo Pontífice «superstar», el ex cardenal y arzobispo que se sorprende todavía, del impacto mundial que produce con su impronta austera y sencilla, no dejará de caminar entre la adversidad, entre las injusticias, entre el dolor cotidiano. Como lo hacía aquí, en la acción diaria con los curas villeros, o en San Cayetano, en una Buenos Aires todavía conmovida con su nombramiento, a un año. Y por quien siente, claro, una «Santa» debilidad.